Anaplasmosis y piroplasmosis bovina.

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Realizado por MC. César Lara Gónzalez

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Introducción.

La ganadería es considera una actividad de primera necesidad dentro del sector económico de una nación. Esta actividad económica se encuentra afectada sobre todo en países tropicales y subtropicales por hemoparásitos (Babesia bovis, Babesia bigemina y Anaplasma marginale) que causan dos entidades nosológicas anemizantes que son la anaplasmosis y piroplasmosis, conocidas también como la “enfermedad de la tristeza”. En bovinos la transmisión de estas enfermedades se encuentra determinada por la relación vector-parásito-hospedador y está condicionada por factores bióticos y abióticos.

Un factor común a los tres microorganismos es que existe una resistencia inespecífica a la enfermedad inversamente relacionada con la edad de los bovinos, lo que determina que una primera exposición en animales menores a 8 o 9 meses curse de manera benigna y poco aparente mientras que animales mayores a esa edad pueden desarrollar un cuadro clínico grave. En cualquier caso, la primoinfección induce a un estado de inmunidad que persiste para toda la vida útil del animal, independientemente de nuevas exposiciones.

El estado de equilibrio entre el proceso infeccioso y la adquisición de inmunidad por parte de los hospedadores bovinos es conocido como estabilidad enzoótica que más delante trataremos al respecto.

Piroplasmosis.

La piroplasmosis bovina también conocida como fiebre de garrapatas, fiebre de Texas, babesiosis o ranilla roja es una infección hemoparasitaria causada por protozoarios intraeritrocíticos del género Babesia, transmitidos de forma natural a través de la mordedura de garrapatas pertenecientes a la familia Ixodidae. En América Latina, las hemoparasitosis bovinas representan un factor de gran importancia socioeconómica debido a las pérdidas que generan en el sector, que superan en promedio los 800 millones de dólares anuales.

Las especies de Babesia asociadas a la infección del ganado bovino son Babesia bovis y Babesia bigemina y su transmisión se encuentra relacionada con la presencia de la garrapata Rhipicephalus (Boophilus) microplus y las condiciones climáticas y ecológicas características de las zonas tropicales y subtropicales que determinan su reproducción y supervivencia.

La piroplasmosis cursa con signos como hemoglobinuria, fiebre, ictericia, anemia, anorexia y pérdida de peso, deshidratación, temblor muscular y debilidad que conlleva a postración y muerte.

Anaplasmosis.

La anaplasmosis bovina, causada por la rickettsia Anaplasma marginale (género más patógeno en bovinos) y transmitida por garrapatas y moscas hematófagas, también se considera como una de las enfermedades infecciosas económicamente más importantes del ganado bovino. Aunque la enfermedad tiene una distribución mundial, su mayor impacto se observa en las regiones tropicales y subtropicales, particularmente cuando bovinos adultos genéticamente mejorados, pero altamente susceptibles a la infección, son introducidos a una región endémica para la anaplasmosis bovina.

Las pérdidas económicas que la enfermedad produce a la ganadería bovina se estiman en aproximadamente 100 millones de dólares por año, tanto en los Estados Unidos de América como en México, principalmente debidas a muerte del ganado, pérdida de peso, abortos, costo de tratamiento, costo de medidas preventivas y costo del control de vectores.

Anaplasma marginale puede ser transmitida naturalmente por otros artrópodos hematófagos como garrapatas, tábanos, moscas, mosquitos o por iatrogenia, mediante agujas e instrumental veterinario, por lo que su distribución geográfica es mayor que la de la piroplasmosis, alcanzando la zona limpia de garrapatas.

La enfermedad se caracteriza por marcada anemia hemolítica, altos niveles de rickettsemia, disminución del peso, aborto y en muchos casos la muerte en animales de más de tres años. La anemia máxima ocurre de uno a seis días después de la parasitemia y persiste por cuatro a 15 días, donde hasta el 75 % de los eritrocitos se pierden de la circulación. El período de convalecencia es de uno a dos meses, y está acompañado por incremento de la hematopoyesis y puede haber recurrencia de la parasitemia. Los parámetros hemáticos retornan a los normales, pero los organismos continúan presentes en la circulación periférica. Los animales que sobreviven a la infección aguda permanecen como portadores con continuos ciclos submicroscópicos de rickettsemia que pueden persistir durante toda la vida del animal.

Hay fiebre, temperaturas de hasta 41°C, es el primer síntoma clínico de la enfermedad. La respuesta febril es seguida de anorexia, depresión y debilidad muscular, acompañada de una acidosis severa. La destrucción continuada de eritrocitos, sin liberación de hemoglobina, trae consigo palidez mucosal, sangre acuosa y posteriormente ictericia, pudiendo aparecer anticuerpos antieritrocitarios, lo que puede exacerbar la anemia. Luego de esta fase aguda se presenta la hiperaguda, donde ocurre una pérdida dramática de peso, aborto de vacas preñadas, fallo cardiopulmonar y muerte. Estas últimas consecuencias ocurren con frecuencia al cabo de las 24 a 36 horas del pico de parasitemia, donde hay infectados hasta un 90 % de los eritrocitos.


¿Qué es la estabilidad enzoótica?

Un estado de equilibrio entre el proceso infeccioso y la adquisición de inmunidad por parte de los hospedadores bovinos.

En esta condición, los hospedadores bovinos se infectan con el protozoo a una edad temprana, en la cual no manifiestan signos y síntomas clínicos, ya que cuentan con una inmunidad pasiva transferida desde la madre, que perdura aproximadamente hasta los 9 meses de edad. A partir de esta edad se desarrolla una inmunidad adquirida condicionada por la constante inoculación de parásitos, lo cual permitirá que el reto inmunológico permanente garantice a los hospedadores la ausencia de signos y síntomas de la enfermedad

Para la determinación de zonas estables o inestables para babesiosis bovina se ha utilizado como indicador epidemiológico, la medición de anticuerpos tipo IgG específicos para cada una de las especies de Babesia y Anaplasma en bovinos entre 6 y 9 meses de edad. Así, una zona presenta estabilidad enzoótica para la babesiosis y anaplasmosis bovina cuando el 75% o más de los bovinos entre 3 y 9 meses de edad son serorreactivos para Babesia y Anaplasma.

La situación particular de cada rodeo puede conocerse calculando la tasa de inoculación mediante la determinación de anticuerpos para cada uno de los parásitos en terneros de 6-9 meses de edad y la aplicación del modelo desarrollado por Mahoney & Ross (1972):

h= [-ln (1/1-I)]/t

Donde “h” es la tasa de inoculación (probabilidad diaria de infección), “I” es la prevalencia real de la infección y “t” representa la edad en días de los animales.

Diagnóstico.

Debido a que los signos comunes de estas enfermedades anemizantes se observan también en otras enfermedades que afectan a los bovinos es indispensable para obtener un diagnóstico preciso la correlación de datos amnésicos, diagnóstico clínico y resultados de análisis de laboratorio (extendidos de sangre y volumen globular- tinción de Giemsa o Romanowsky).

En un animal enfermo debe obtenerse muestras de sangre periférica para frotis, haciendo punción de la punta de la oreja o cola y de sangre con anticoagulantes para determinar el hematocrito.

Respecto al diagnóstico diferencial la mayoría de los signos observados en anaplasmosis se pueden presentar en otras enfermedades de los bovinos como Fiebre carbonosa, Leptospirosis, Hemoglobinuria bacilar infecciosa, Rabia, Fasciola hepática y plantas tóxicas.

Métodos de control y tratamiento.

Los procedimientos efectivos para el control de anaplasmosis y piroplasmosis cambian de acuerdo con cada región; sin embargo, están basados en el control de los artrópodos, la quimioprofilaxis, manejo del ganado y recientemente la vacunación.

En nuestro país el control de la anaplasmosis y piroplamosis se ha llevado a cabo fundamentalmente mediante tratamiento terapéutico, uso de insecticidas y acaricidas y más recientemente con el uso de la vacuna recombinante contra B. microplus.

En muchos casos el control de la piroplasmosis y anaplasmosis se tratan conjuntamente, la administración de bajas dosis de tetraciclina para el control de la anaplasmosis se ha utilizado con éxito, por otro lado, el diaceturato de 4-4 diazoaminodibenzamidina se utiliza para tratar la piroplasmosis. En los casos clínicos severos se hace necesaria la terapia de soporte, mediante la aplicación de hidratantes, antihistamínicos, antipiréticos y analgésicos para eliminar de manera efectiva los estados de portador.

Conclusiones.

A pesar de las grandes pérdidas económicas producidas por la piroplasmosis y anaplasmosis en bovinos, los procedimientos de control de estas enfermedades se consideran aun deficientes. La estabilidad enzoótica se considera una opción para evitar afectaciones. Un diagnóstico preciso y a tiempo ayudará a designar el tratamiento adecuado. Por otro lado, es necesario impulsar el desarrollo de vacunas capaces de generar protección.

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